“Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto”, o “sed santos como vuestro Padre celestial es santo” (que viene a ser lo mismo), escuchábamos hace un par de domingos en el Evangelio.

Es una llamada de Jesús que nos puede parecer descabellada, sólo si pensamos en una santidad de gestos heroicos, como los de muchos de aquellos hermanos nuestros que han sido elevados a los altares, y no en la “santidad del vecino de al lado” que nos decía hace pocos años el Papa Francisco, dándonos incluso muchos ejemplos sencillos en aquella carta encíclica en la que éste también nos invitaba a alegrarnos y regocijarnos porque hemos sido escogidos por Dios para ser hijos suyos.

O bien, si pensamos que esa santidad, la heroica o la cotidiana, es algo que nos corresponde a nosotros conseguir con nuestras solas fuerzas, sin recordar aquello que Jesús también decía en otro lugar del Evangelio: “Sin mí no podéis hacer nada”.

También es verdad que Jesús nos está proponiendo parecernos a nuestro Padre Dios, y esa es otra de las cosas que nos haría falta cultivar más: Mirarnos en Dios nuestro Padre, intentar parecernos a Él como dignos hijos suyos, disfrutar de su presencia en nuestras vidas, sentirnos amados y protegidos por Él, tratarle mucho más y dejarle entrar en nuestras vidas, que esto es la oración, contar con su gracia, preguntarnos cómo actuaría nuestro Padre en cada circunstancia, e intentar imitarlo…

La Cuaresma, que apenas estamos comenzando, es precisamente un tiempo de conversión a Dios, que no es más que volver nuestra mirada a Él e intentar ajustar nuestra voluntad a la Suya, reconociendo aquello en lo que de Él nos hemos apartado en los últimos tiempos.

Luego, aquellas otras prácticas de piedad que nos permiten controlar nuestros sentidos (ayuno), compartiendo generosamente nuestras cosas y vida con nuestros hermanos (limosna), e intensificando el trato con el Padre (en la oración).

No es tan difícil. Mira el calendario que hemos puesto en la página anterior. Día a día te propone unos gestos, la mayoría de ellos muy sencillos. ¿De verdad no puedes hacerlos, ayudado por la gracia de Dios?

Venga, vamos a intentarlo esta Cuaresma. El resultado merece la pena, porque disfrutaremos más intensamente de la alegría de la Pascua, sabiendo que si nosotros hemos muerto un poco más al pecado con Cristo, también con Él estaremos más cerca de la Resurrección y de la VIDA. Esa Vida que empieza ya aquí porque te proporciona vivir en la sencillez, la humildad, la confianza, la esperanza y la paz.

¡¡FELIZ CUARESMA!!

Damián Díaz